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A propósito del Código Da Vinci

Leonardo Da Vinci es una cantera inagotable. La novela de Dan Brown fue un éxito editorial, como es un éxito mundial de público el film que lo tradujo a la pantalla…

Susana Pérez Tort | Crítica de Arte
24-may-2006

Leonardo Da Vinci es una cantera inagotable. La novela (hay que subrayar novela) de Dan Brown fue un éxito editorial, como es un éxito mundial de público el film que lo tradujo a la pantalla. Novela. Brown encuentra la dosis justa de misterio, del nombre propio de Leonardo - que tantos vacíos dejó en su biografía - y la sazona con cultura medieval, oscura, y con el agregado del tono de revelación de verdad religiosa hasta hoy ignorada o cuidadosamente callada. Todos los ingredientes para el éxito masmediático de un público que pide siempre una cuotita de sangre, una cuotita de sexualidad, una cuotita de escándalo y una cuotita de verdad. Inteligente el autor y Sony Pictures que se llevarán las ganancias sobre cada butaca que se ocupe.

Leonardo cantera inagotable. Sabemos bastante de su vida, y sin embargo quedan en los largos años de su estadía en Milán como de su estadía en la corte de Francisco I, días y meses y años sin que podamos saber exactamente qué hizo con su tiempo el pintor de Vinci. Le decimos pintor, porque ese el "oficio" por el cual lo conocemos, pero pintó muy poco. Le bastaron sin embargo esas pocas pinturas de Madonas y de retratos femeninos, para alcanzar la gloria y ser el autor del retrato más difundido de la historia ¿Por qué su Gioconda es tanto más celebrada que su ella Ferroniere, que también cuelga de las paredes del Louvre, hoy escenario de la película que revive el interés en el padre de la Mona Lisa? ¿Por qué no ha corrido tinta sobre la mirada única de su Ginebra Vinci de la National Gallery de Washington, único Leonardo americano? Poco sabemos de la señora de la sonrisa que opacó los otros bellísimos retratos femeninos de Leonardo, pero ahora parece descifrarse en cada afiche en cada sala de un cine de barrio o del centro de cualquier ciudad.

No murió en la ruina Leonardo, murió dicen en brazos de Francisco, rey de Francia. Pero sabemos que pasó penurias, deudas, pleitos ¡Que paradojal! Si el maestro de Vinci pudiera cobrar sus dividendos por el uso de su nombre - del que yo misma estoy extrayendo piedra como si fuese una cantera - hubiera sido más rico que sus dos célebres mecenas.

Leonardo cantera inagotable. Su Mona Lisa pintada en Italia quedó en el país en el que transcurrió sus últimos días. Era la favorita en la pinacoteca de "Monsieur", el hermano de Luis XIV, el rey sol. Allí estaba en Versalles primero y luego en el Louvre, cuando éste aún no era museo público sino una galería junto al Sena, parte del palacio real. Hoy niña mimada del museo, atrayendo más visitantes que la pirámide de Pei y más divisas seguramente que la mismísima Catherine Deneuve.

Cantera inagotable. Escribió códices, tratados de ciencia y anatomía durante toda su vida. Ni Ludovico ni Francisco requirieron de él tareas faraónicas como pintar una Sixtina ¿Por qué escribió esos códices para que sólo pudieran ser leídos frente a un espejo? ¿Por qué hacer investigación tecnológica y científica si ese saber no era legado a otros? Misterios los de Leonardo. Y entre tanta sombra se cuela Dan Brown, que lo sabe integrante de la Orden de Sion (como también la integraba Sandro Filipeppi, mejor conocido como Botticelli) y lo sabe refugiado en Francia, lo que le permite al autor del Código, llevar la trama a Francia y sostener así la hipótesis de que la sangre real francesa tiene origen divino: serían descendientes del mismísimo Cristo.

Anatema. Seguramente. Pero no estamos en la Edad Media y no hay un Index donde poner a Brown y su Código Da Vinci. La iglesia frunce el ceño, nada más.


Las "señales" de Leonardo
Anatema. Demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En una columna de arte sólo podemos con autoridad hablar de arte. El texto como el film sostienen la hipótesis de que Magdalena está presente en La Ultima Cena pintada por Leonardo en el Convento de Santa María de las Gracias en Milán. Ella estaría donde creemos que está representado Juan. La hipótesis se apoya en la apariencia "femenina" de quien está sentado a la derecha de Cristo, pero también podría adjetivarse como tal a la representación de Santiago, a su izquierda y también a los bocetos que dejó de propio Cristo durante la realización del fresco. Es verdad que el gesto de los brazos de Cristo y del personaje a su derecha puede sugerir una "M" de Magdalena, pero también vemos formas reconocibles en las nubes y en las manchas de humedad en la pared, lo hacía el propio Leonardo, según sus biógrafos. Si Magdalena estuviera presente entre los apóstoles ¿Dónde está Juan? ¿Cuál es el motivo por el cual no está en la última cena?

De la citada Cena se han ocupado dos glorias de la literatura romántica, cuyos derechos de autor han de haber sido mínimos en relación con los de Brown: Paul Valéry y Stendhal. En su "Leonardo da Vinci" de ediciones Gallimard, los dos románticos "leen" el fresco de Milán, que realmente se presta para interpretase dramáticamente. El genio de Leonardo estribaría en el talento "teatral" (hoy diríamos "cinematográfico") con que lo concibe, introduciendo la acción en una pintura que sin embargo se ciñe al estatismo formal y la ortodoxia de las simetrías del Renacimiento. Cristo acaba de anunciar que uno de ellos habrá de traicionarlo. La duda y el resquemor se siembra entre los comensales, el rumor pasa de un lado al otro de la mesa. Hay gestos de incredulidad, miradas perturbadas, se conversa de forma sesgada, algo grave ha sido dicho. Mientras que los apóstoles se agrupan simétricamente de tres en tres, sólo Cristo está solo con su pena, sólo Judas está solo con su culpa.

El Hombre de Vitruvio, es un bello dibujo de un hombre cuyos brazos extendidos en cruz conforman un cuadrado y cuyos brazos extendidos en diagonal asumen una medida capaz de inscribirse en un círculo. Nada hay de misterioso en él, sí de caprichoso el concepto de que "la belleza", quizá inasible, puede caber en un número o ser un número: 1,618, el número áureo o de la belleza. Las divisiones que tiene dibujadas en su cuerpo aquel hombre de brazos extendidos se refieren a las proporciones armónicas de la figura humana, reina de la naturaleza. Humanismo. Renacimiento de la Razón. Sólo el hombre señorea la naturaleza, como lo proclamara Picco de la Mirándola en su Oda a la Dignidad del Hombre.

Y si el Hombre de Vitruvio de Leonardo no encierra misterio alguno, sino por el contrario ratifica el poder de la razón que todo lo ordena y mide, esos mismos ideales están en su Mona Lisa.

El retrato más célebre de la historia de la pintura, la Gioconda pintada sobre madera de álamo, joyita del Louvre que se brindó en bandeja para poder rodar el film. La pintura tiene el encanto de la perfección matemática con la que está "construida", más allá de la sonrisa, semejante, muy semejante a la de San Juan Bautista del mismo Louvre.

Su Gioconda hace evidente lo que su Hombre de Vitruvio, una concepción de la belleza basada en las matemáticas. La señora, que por cierto es menos atractiva que sus otras retratadas, tiene una belleza platónica, imposible de percibir sólo sensiblemente, es una belleza inteligente, racional, porque es perfecta. Lástima que estas obras nos revelen sus "secretos" sólo ahora, escritos como un palimpsesto debajo de una trama de novela y de película controversial y policial.

Por cierto todo escritor de novelas, como todo director de cine y su guionista se deben a la trama fantástica que sea capaz de sostener como verdad y de hecho lo han logrado con el Código Da Vinci. Tal es el caso de este libro apasionante por su trama y seguramente mediocremente escrito, y de esta buena película que seguramente recaudará como Titanic. El público está harto de realidad. Sea una trama de amor imposible en el barco más caro de la historia, sea una complot, un asesino, un misterio un dogma de fe oculto y revelado, el público ávido de elevarse como sea de la realidad, acude a estanterías y a pantallas, son "Tiempos difíciles" y como decía Mark Twain necesitamos algo más que realidades. El afán de aventuras no termina con la pubertad. Son tiempos difíciles por eso, sea anatema o no lo sea, una novela y su trascripción al cine devienen un fenómeno masivo y nos ocupan por un rato preguntándonos si es posible que Jesucristo haya tenido descendencia.

Nadie duda que la tuvo, seguramente no en la forma de un hijo individual. RosariARTE Contenidos. Fin de la nota.




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