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Raúl Soldi y Antonio Berni, cuadros de una exposición posible

Este año se cumple el centenario de dos emblemáticos pintores argentinos, Raúl Soldi y Antonio Berni. Pérez Tort imagina una muestra en la que se confrontan, no sólo sus obras, sino su actitud frente a la vida y su lugar en la plástica argentina.

Susana Pérez Tort | Crítica de Arte
09-abr-2005

Este año se cumple el centenario de dos emblemáticos pintores argentinos, Raúl Soldi y Antonio Berni. Imagino un correlato - tomo prestado el concepto de Adriana Lauría, curadora de la muestra homenaje a Antonio Berni en el MALBA - posible entre los dos y curo una muestra en la que se confrontan, no sólo sus obras, sino su actitud frente a la vida y su lugar en la plástica argentina.


Curando una muestra imaginaria

Manifestación. Antonio Berni. 1934. Temple sobre arpillera 180 x 249.5 cm. Malba - Colección Costantini, Buenos Aires
De un lado de la sala de este museo imaginario penden Juanitos y Ramonas, los históricos "Manifestación", "Desocupados" y "Chacareros", "Chelsea Hotel" y su Difunta Correa. Vemos pinturas, grabados, pintura objeto, instalación. Berni se nos muestra áureo, provocador. Su obra expresionista - en el sentido amplio del término tal como lo define Luis Felipe Noé - impresiona nuestros ojos, pero impresiona más nuestra conciencia. Nos reclama. Nos señala. Antonio Berni nos representa en el mercado internacional con obras que se inscriben entre las últimas tendencias del siglo XX, son obras que desnudan el rostro de la marginalidad y las exclusiones que impone una sociedad.

Del otro lado Raúl Soldi. La quietud y el sosiego de las pinturas de este trabajador silencioso que produjo -y hoy vende con el arbitrio de las estrategias comerciales de Gutiérrez Zaldíbar- para otro tipo de mercado. Sabemos que fue premiado y distinguido, que ocupó un sitial en la Academia de Artes. Prestigio al que fue sordo. Soldi es el que nunca se permitió una estridencia. Su obra como su vida se ajustó a los cánones del gusto clásico, a una belleza regida por la armonía. En sus obras reina una estética apacible en la que huelga el drama o la denuncia que distingue a las de Berni. En la producción de Soldi se reúnen en concordia lo clásico renovado con sólidos aires de los treintas, con aires informalistas luego, que se hacen propios después.


Berni y Soldi, un correlato

"El saludo". Raúl Soldi. 1957
Oleo sobre lienzo. 150 x 100 cm
Colección privada
Raúl Soldi -como Xul Solar, como Forner, como Spilimbergo y como tantos artistas de la generación precedente y subsiguiente- llega al modernismo a través de una formación de cuño europeo. Soldi -como Lola Mora en su momento, como Emilio Pettoruti después, o más tarde Guillermo Roux- estudió en una Italia más clásica que Francia, en la prestigiosa Academia Brera de Milán. La misma Italia que luego despertaría al Futurismo, vanguardia de vanguardias (desde el punto de vista de sus enunciados teóricos) que influyó en los artistas de la península, que en Roma como en Florencia, se hicieron eco de ese llamado del modernismo, contemporáneo del Cubismo parisino. Como los artistas del treinta, Soldi contrapuso las doctrinas clásicas a las novedades de vanguardia. Su obra anduvo a caballo entre la belleza clásica y la fuerza del espíritu moderno fue un sello distintivo de su obra.

Berni y Soldi en nuestra muestra imaginada, dos artistas argentinos contemporáneos y que dejaron, cada cual a su manera, su estampa en la historia del arte de los argentinos.

De un lado Berni, el artista emblemático de las pinturas Realistas (realistas por su lenguaje artístico y Realistas por su anclaje en la realidad social) que representan los jirones de nuestra sociedad. Del otro lado Soldi, que hoy recordamos como el autor de las pinturas de la cúpula del Teatro Colón, edificio emblemático de la cultura nacional.

Cotejemos las vidas y las actividades de los dos: ambos hicieron pintura mural en paseos comerciales: Berni en las porteñas Galerías Pacífico, Soldi en las Galerías Santa Fe. Berni proyectó el país al mundo cuando trajo a casa el premio de grabado de la Bienal de Venecia. Soldi llevó sus murales a Italia y pintó arte sacro en la mismísima Capilla de la Anunciación de Nazareth. Ambos recibieron premios, de la vida, del público e instituciones. Soldi fue laureado merecidamente con el premio Palanza a la trayectoria de un artista y un Primer Premio del Salón Nacional, amén de premios en el exterior que también reconoció su obra.


Dos formas diferentes de entender lo bello

Los dos artistas cumplieron un siglo de existencia. Un siglo es mucho tiempo, pero el siglo XX parece mucho más que un siglo. Veloz, deglutió ismo tras ismo. Ambos protagonizaron el ingreso a las vanguardias y debieron abandonar los ropajes canónicos del arte con que llegaron a Europa. Berni, más audaz que su colega, se permitió el lujo de ser moderno y luego posmoderno, sumándose a las transvanguardias del arte que asomaban ya antes de su temprana muerte en 1981.

Como Picasso, Berni, es un mutante, un "creador y destructor" que a cada paso concibe una forma distinta de expresar su descontento, rescata a los humildes y señala a su vez a los culpables de la marginación. La obra es para Berni un ejercicio de militancia.

Como el Picasso clásico (pinturas y grabados inspirados en la mitología griega, pinturas rosas y azules) Soldi es un creador de bellos mundos, bellos seres, etéreas figuras de un universo con sonrisas, gracia, otra forma de militante resistencia. Como aquel Picasso - que como él llegó al arte siguiendo una tradición artística familiar - sus lienzos se pueblan de bailarinas, saltimbanquis, niños, mujeres, ángeles, vírgenes y santos.


Dos cúpulas hermanas

Marc Chagall -el expresionista ruso y de algún modo precursor del surrealismo, cuya figuración tiene bastantes puntos de contacto con las de Raúl Soldi- recibió la difícil comisión del gobierno francés de renovar la cúpula que cubría la sala de la Opera Garnier de París, monumento historicista, valuarte del gusto clásico. Un encargo de la misma envergadura y riesgo recibió Soldi a quien se lo comisionó para pintar la cúpula de la sala del Teatro Colón. El pedido oficial, que realizó sin cobrar un centavo más de su sueldo municipal como escenógrafo y que donó a la Ciudad de Buenos Aires, lo puso en un lugar emblemático de la plástica nacional. En aquel cielorraso de madera que cubre el interior del coliseo porteño, las angélicas figuras del maestro se suman al histórico edificio que lleva la firma de tres arquitectos: Tamburini (autor de la Casa de Gobierno), Víctor Meano (autor del Congreso Nacional) y Jules Dormal. La formal, pero al mismo tiempo moderna figuración de Soldi, irrumpe en la sala con la voz del modernismo, como la pintura de su colega ruso lo hace en la sala de la Opera de París.


Más correlatos posibles

De un lado de nuestra muestra imaginada, Antonio Berni, del otro lado de la sala, Raúl Soldi. Y mientras el artista rosarino mostró su sensibilidad social a través de los personajes de sus cuadros, Soldi igualmente sensible a la voz de los humildes, se ofrece a pintar los lienzos que cubren los muros de la capilla de Santa Ana de Glew, sin cobrar un solo piastre por la monumental obra que legó. Veintitrés veranos le llevó culminar la pintura de las naves, obra que realizó entre 1953 y 1976. Hoy vemos multiplicadas esas pinturas en cerámicos de la estación Congreso del subterráneo porteño, que le rinden homenaje y el proyecto de la Fundación Soldi es llevarlos a más rincones de la ciudad.

Tanto a Berni como a Soldi les tocó protagonizar un siglo domeñado por la abstracción y ambos se le impusieron con sus figuraciones de una estética legible. Ni uno ni el otro, a diferencia del pope español, crearon un personaje de sí mismos, y las vidas de ambos fueron lineales, ajenas a la bohemia, tan cara a esa generación.

Si la obra de Berni transita de una forma de figuración a otra, la de Soldi mudó muy poco con los años, de figuras sólidas a formas abiertas, de una paleta a otra, pero sus seres permanecieron siempre encantadores, dóciles a la mirada y al pincel, sobre el lienzo o sobre el muro.

Berni como Soldi vivieron del arte y para el arte.


El que esquivaba las "luces"

La comisión del Teatro Colón llega a Soldi durante los quince años que se desempeñó en él como escenógrafo. La obra fue una tarea monumental por las dimensiones de las pinturas y el artificio de tener que domeñar la perspectiva - las pinturas se hicieron en el Teatro Municipal San Martín y luego fueron pegadas en las tablas de la cúpula - y tarea monumental también por lo que significaba intervenir el patrimonial coliseo que luce un interior de inspiración francesa, con una obra moderna. La misma gracia, la misma paleta, la misma concepción de la belleza es la que plasmó en las pinturas murales de la capilla de esa pequeñísima localidad de Buenos Aires, cerca de Burzaco y de Longchamps, que es Glew.

"Los músicos". Raúl Soldi. 1956
Oleo sobre lienzo. 110 x 151 cm
Colección privada
Soldi tuvo un sitio en la Academia de Artes, pero por la cúpula del Colón el gobierno municipal no le reconoció ni una butaca con su nombre, mientras que las pintruas de Glew fueron hechas con el mismo desinterés por las "luces" de la gloria o el cobro de un honorario. Pero los tiempos han cambiado y "Soldi" (muerto el artista) es en la Argentina y en el mundo un cheque al portador, su firma - más allá de la calidad de su obra -hoy es representada por la Galería Zurbarán, más que hábil en el comercio de obra de arte. Paradojas para la memoria de un artista que durante quince años trabajó como escenógrafo por un magro salario. Es sabido que pintaba en su taller en horas de la noche, sumando tiempo al tiempo para realizar su obra, pero restando horas al sueño. Las pinturas de esos años están bañadas de tono amarillento porque fueron hechas a la luz de la bombilla eléctrica, en el único momento en que quedaba un respiro para su propio taller. Eran años en los que valían poco y hoy valen fortunas. Hechos de la realidad, eficacia del mercado de arte.

Dos artistas, dos ejemplos de cómo el arte puede seguir cursos y rumbos diferentes y cómo pueden encontrarse, contemporáneos y centenarios, en un mismo sitial como modelos de arte y de virtud. Dos identidades de país, el conservador que replica mitos y tradiciones y el que se abre a la novedad una y otra vez. Contradictorio perfil nacional replicado en la pintura de dos artistas centenarios. RosariARTE Contenidos. Fin de la nota.




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