Como decía el final de la primera parte de esta historia 
(
Músicos ambulantes de los siglos XI y XII (primera parte)),
 los cambios que 
se gestan en los alrededores del año 1000 dan  paso a la aparición  de 
TROVADORES, 
TROVEROS, 
JUGLARES, 
MINNESANGER y 
GOLIARDOS, músicos-poetas, 
revolucionarios cantores, personajes ambulantes contadores de historias 
legendarias, narradores de cuentos de amor, evocadores en sus canciones de 
un mundo de fábula... Si bien todos ellos perseguían el mismo fin, aquél 
de cantar y contar hazañas, promulgar noticias, discurrir sobre el amor y 
opinar con música sobre tanto otros temas, cada uno de estos personajes 
presentaba características propias que los definían muy bien  los unos de 
los otros.
Empecemos entonces: 
En  Francia tenemos a los 
Trovadores y Troveros. La principal 
diferencia entre ambos está dada en el dialecto en que se expresaban, 
respectivamente en la lengua de 
oc y en la lengua de 
oil.  
Ambos constituyen la más típica expresión de la vida cortesana y eran 
considerados poetas auténticos y creadores líricos, siempre en la búsqueda 
de rimas y ritmos (el  primero de estos poetas de quien conocemos 
composiciones es el  príncipe Guillermo IX, Conde de Poitiers), y eran 
tratados como  clase privilegiada, al estar  sólidamente introducidos en 
el ámbito aristocrático de la corte francesa.
Claro que entre ellos existen más diferenciaciones: los 
Trovadores 
-que eran propios del Sur-  nos brindan una lírica sentimental y amorosa, 
mientras que los 
Troveros -situados al Norte- nos ofrecen una 
poesía heroica y caballeresca  junto con  la descripción de acontecimientos 
épicos y cortesanos.
Con un incremento notable en el número de composiciones trovadorescas  (se 
conocen  más de 300 poetas), 
Trovadores y Troveros eran consideradas 
figuras importantes, en contraposición con aquella del  
Juglar,  
vagabundo profesional, histrión y saltimbanqui, algo así como una versión 
burlona y grotesca de los dos primeros.
Y fue tan grande el éxito de la lírica y de la música trovadoresca que 
comienzan a ser recibidos en diversas otras cortes: son acogidos en las 
cortes españolas y en las del norte y sur de Italia, y llegan  hasta 
Alemania, Inglaterra, y al imperio romano del Oriente. Tal era su 
popularidad que se pusieron muy pronto de "moda", dando  lugar a un crecido 
número de interesantes imitaciones, y el modelo francés adquirió una  
universalidad tal que hasta los mismos autores italianos pusieron música a 
textos en lengua francesa.  Otro ejemplo se da en Alemania, donde la 
canción trovadoresca encontró un terreno particularmente fecundo y dio 
origen a un género afín: el 
Minnesang, y surgen así los 
Minnesanger, la versión alemana de estos 
Trovadores y Troveros  
franceses.
Así  está dado entonces el camino de la poesía en los primeros siglos 
siguientes al año 1000, en los que se observa un constante deseo  por 
alcanzar horizontes  más abiertos y libres. Y en este marco nace pues la 
obra musical y poética de los 
Goliardos, que eran estudiantes 
nómades que recorrían Europa, solos o en grupos, atraídos por la fama de 
cualquier centro de estudios o célebre maestro (claro que esta costumbre 
duró hasta mediados del S XIII, cuando  la fama creciente de las 
Universidades de Bologna, París y Oxford -entre otras- los impulsó a 
convertirse en sedentarios y fijar su residencia cerca de ellas). A través 
de textos en latín cantados en coro y en diálogo, los 
Goliardos 
hacen una poesía juvenil, exaltando  temas espirituales, políticos y 
morales, como así también el vino y el amor, en un intercambio continuo 
entre elementos sagrados y profanos. La mejor colección de los cantos 
goliárdicos son los 
Carmina Burana, que -a pesar de llegar a 
nosotros en una notación musical imposible de descifrar- se han rescatado 
unas poquísimas excepciones, melodías que fueron tomadas por compositores 
modernos, y que han dado la posibilidad de que sean  conocidas por nosotros 
hoy en día.
