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"Desocupados". Antonio Berni. 1934. Temple sobre arpillera. 218 x 300 cm. | 
Cuando Eduardo Constantini compró la "arpillera" (no podemos decir: 
el lienzo)  "
Desocupados" para su colección particular, adquiría una de las 
obras antológicas del arte argentino, como son seguramente 
"Sin pan y sin trabajo" de 
Ernesto de la Cárcoba, "
El despertar de la criada" de Sívori o 
"
La sopa de los pobres" de Giúdice. Con esa tríada la pintura del rosarino 
Antonio Berni podría conformar el espectáculo del realismo social argentino.
Cuando la pintura pasó a ser parte de la colección del MALBA porteño, se 
abrió al público la posibilidad de ver en uno de los grandes museos del 
país -a mi criterio el edificio más bello de la ciudad de Buenos Aires- 
uno de los tres antológicas pinturas del Berni de los años treinta: 
"Desocupados", "Manifestación" y "Chacareros". En el centenario de su 
nacimiento, el MALBA suma a los homenajes que se harán al rosarino 
internacional, con una muestra retrospectiva en la que la labor de la 
curadoría ha pasado a primer plano.
Podríamos decir de 
Antonio Berni que es el "
Picasso argentino" si 
reconocemos en él, no su discurso -Picasso fue esquivo a la problemática 
social a pesar de adherir al partido comunista- sino la capacidad del 
malagueño para hacerse y rehacerse permanentemente, cambiando de idioma 
estético como de chaqueta. Antonio Berni se agiganta hoy como la figura más 
emblemática de la estética nacional, por eso tal vez pueda no quedarle 
grande el paralelo.
Las muestras dedicadas al maestro
No es la primera vez que en Buenos Aries se puede aplaudir y aprender del 
rosarino. Durante la cuestionada gestión de Jorge Glusberg frente al 
Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) se le consagró una retrospectiva que hizo 
historia, como lo hizo más tarde el Museo Castagnino que mostró su obra en 
una muestra también de antología, como será seguramente la del MALBA.
La curadoría de Adriana Lauría
La muestra retrospectiva de un artista ofrece al público la posibilidad de 
ver reunida en un mismo ámbito lo más importante de una producción, que 
generalmente se curan con un criterio cronológico. Cuando el 
Museo Castagnino de Rosario consagró en el 2004 sus salas a la historia del arte 
de la ciudad, la excelente curadoría optó por un criterio temático: las 
obras se reunieron por época, pero también por tema. En el MALBA y en este 
homenaje al centenario del nacimiento de Antonio Berni la curadora 
Adriana Lauría eligió un criterio tan singular como cuestionado por algunos popes 
del arte nacional como Marta Minujin. La muestra se denominó "Correlatos" 
porque busca integrar la producción de Berni a la de colegas de ayer como 
de hoy. Por afinidad o por oposición las pinturas dialogan, se relacionan 
haciendo explícito el parentesco estético que los artistas tienen entre sí. 
"Correlatos" hace visible también cómo hoy en día la curaduría es cada vez 
más importante, y cómo una exposición de arte no solamente muestra sino 
demuestra.
La voz curador, curadoría - apareció en nuestro horizonte hace no mucho 
tiempo. Pero ¿Qué es curar una muestra? ¿Porqué la curadoría asume un rol 
cada vez más importante? ¿Exponer no es disponer pinturas o esculturas en 
un cierto orden? Pues sí, pero ese orden es fundamental a la hora de 
decidir- y esa es la tarea de curador - qué se  quiere comunicar al 
público con las obras que le presentan. La muestra dirá una cosa o dirá 
otra, según las elecciones que haya hecho el curador. Curar es "cuidar", y 
los curadores cuidan que la producción de un artista hable más que por sí 
misma. Pongamos un ejemplo foráneo pero claro: Leonardo da Vinci es autor 
del "Santa Ana la Virgen y el Niño" que pende de los saturados y texturados 
(paredes tapizadas, marcos importantes, un cuadro junto al otro) muros del 
parisino Louvre, donde las obras lucen como una suerte de mosaico donde 
todo se ve y nada se ve; la colosal colección no dispone ni aún bajo la 
reforma del "Gran Louvre" del espacio suficiente como para exhibir 
adecuadamente cada uno de sus tesoros. Pero en la National Gallery 
londinense, que tiene en exposición el boceto de esa misma pintura, el 
"Cartoon", el dibujo se exhibe en una pequeña sala, en una penumbra casi 
religiosa que evita el deterioro del original y a la que solo pueden 
acceder pocos por el mínimo tamaño de la sala, como si se tratara de una 
reliquia, pues lo es. La atmósfera que se crea frente al dibujo es un logro 
de la curadoría, y el boceto adquiere una dimensión de la que carece la 
pintura. Supongamos: si estuvieran expuestas juntas la lectura sería 
didáctica, nos permitiría comparar una con la otra, entrever los cambios de 
criterio que lo llevaron a sacar un personaje o cambiar las actitudes de 
otro. Las obras son iguales en un sitio u otro, es su lectura lo que puede 
cambiar el criterio del curador. 
La interpretación del arte ha mudado con los años. En los años sesenta 
pusimos el acento en el vínculo que existía entre el arte y el contexto 
social y económico en el que una obra veía la luz, mientras que hoy 
priorizamos los aspectos semiológicos, lo que una obra nos dice.
Instalada la semiología como una perspectiva para analizar la realidad, 
museos y galerías  optan por ordenar las obras por su "discurso ". El 
curador selecciona la obra para que en la exposición resalte un determinado 
aspecto del artista, qué lo movía a hacer un tipo de obra u otro, qué le 
dejaron sus viajes, sus parejas, sus amigos, o como en este caso, sus 
colegas.
Correlatos, Berni y sus contemporáneos
Todo artista se relaciona plásticamente con otros. No hay autismo en el 
buen arte sino retroalimentación . Aunque Antonio Berni regresó al país 
como parte de la Escuela de París, y fue en la capital francesa donde dejó 
las vestiduras académicas con las que dio en Rosario sus primeros pasos, es 
importante en él la impronta de varios italianos. Los Primitivos, como 
Piero de la Francesca o Paolo Ucello,  Berni toma la frontalidad de sus 
figuras, el estatismo y muchas veces la simetría. También lleva como 
Spilimbergo el sello de De Chirico y el de los metafísicos como Carrá. El 
uso de la arpilleras que substituye lienzo es heredado de Burri, como en 
sus obras mal llamadas Pop, hereda cosas del americano Rauchemberg. El 
xilocollage sin embargo es algo impar en la historia del grabado de los 
argentinos, a quienes Berni trajo a casa el Gran Premio de la Bienal de 
Venecia.
La curadora de este homenaje decidió subrayar, en vez de esconder bajo la 
alfombra, los diálogos entre Berni y sus colegas de entonces y entre Berni 
y sus colegas de hoy. A pesar de que Marta Minujín comentó que seguramente 
a Berni no le habría gustado que se expusieran estas relaciones, la 
escultora no puede dejar de reconocer que en arte no hay "relaciones 
peligrosas" y que las ideas mudan de un artista a otro, transformadas 
siempre con la singularidad de cada artista.
La "pintura" de la sociedad
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"Chelsea Hotel". Antonio Berni. 1977. Oleo, tela vinílica y encaje sobre tela. 201,5 cm x 160 cm. Malba – Colección Costantini. Buenos Aires. | 
Todo lo que toca Berni se lee como una denuncia de la marginalidad que 
sufren las clases oprimidas. Su discurso, más allá de sus primeros paisajes 
locales o sus pinturas surrealistas, es siempre social, sea que pinte su 
antológico "Los primeros pasos" del MNBA como sus Juanitos y Ramonas o su 
"Chelsea Hotel". Así como el discurso de León Ferrari a lo largo de toda su 
producción se centra en el cuestionamiento a las cúpulas del poder político 
y eclesiástico, Berni pinta la exclusión y cuando pinta su "Cristo en un 
garaje"  no está como Ferrari condenando al clero, sino a los tantos Cristo 
que mueren día a día crucificados en cada carrito de cartonero urbano, en 
cada villa miseria como la de Juanito, en cada Ramona que se prostituye 
para pagar su pan. Con los mismos recursos plásticos, los artistas citados 
por la curadora dicen otra cosa, otro discurso. Berni tuvo uno solo en su 
extensa obra y durante toda su vida.
Pintó su aldea en esos "primeros pasos" que da una niña que sueña con un 
futuro de luces, futuro de bailarina, ensayando su torpe danza mientras su 
madre - "la costurerita" de barrio que encontró en su máquina de coser la 
herramienta para pagar las clases - sueña con lo que no fue. Pinta su aldea 
cuando, la ñata contra el vidrio unos "homeless" neoyorquinos ven, tras el 
cristal que los excluye, la opulencia casi obscena de una cena en un 
glamoroso restaurant del alto Manhattam y exporta los marginados argentinos 
más allá de las fronteras. Los excluidos  no son solo "
made in Argentina" y 
eso nos lo dice Berni en sus pinturas norteamericanas. Y Berni pinta su 
aldea cuando recorre el norte argentino y muestra su gente, siempre de 
frente, siempre mirando al espectador, como en sus últimas horas pinta los 
contrastes posmodernos de una sociedad en la que la mitad del globo padece 
hambruna mientras la otra mitad cuida la ingesta de sus calorías.
Sus grabados de los ochentas, en los que la mujer/objeto se somete a 
martirios para una alcanzar una mitológica belleza, son su manera de 
decirnos hasta qué punto él mundo su mirada social desde que pintaba cuando 
lo rodeaban las ollas populares de los años treinta, que protagonizó en su 
Rosario natal al regresar a la Argentina.
El correlato  
En la obra de arte, como en la ciencia o la técnica, el hallazgo de uno 
redunda en el del otro. Las coloridas rayas, flores o vistas desde una 
ventana que inmortalizaron a Picasso,  son citas de las mismas rayas, 
flores o vistas desde una ventana de Matisse, un correlato. Los artífices 
del cubismo concibieron la deconstrucción de la imagen aprendiendo de 
Cézanne, otro correlato, como el que podemos establecer entre el cubismo y 
Pettoruti, como entre Xul Solar y Paul Klee, entre Frida Khalo y Raquel 
Forner o como en la muestra del MALBA, entre esta última y el propio Berni. 
Pero volvamos a Picasso -a quien podríamos colgar muchos marbetes menos 
el de falta de creatividad- quien sostenía lo necesario de alimentase de 
un colega, y lo decadente del copiarse a uno mismo. Esa necesidad de verse 
uno en el otro es lo que muestra esta muestra que demuestra.
Como los artistas de su generación, el rosarino se sacudió el academicismo 
de su juventud rosarina con el entonces necesario viaje a Europa que lo 
confrontó con las vanguardias. Pero la singularidad de Berni reside en que 
desde los "cuadritos" que expuso en Rosario en sus años mozos -como dijera 
un crítico a raíz de su primera exposición-  hasta su último día, su obra 
atravesó la realidad argentina del siglo XX como la de ningún otro artista 
argentino y recorrió todos los "ismos" rehaciéndose a sí m-"ismo" una y 
otra vez.
Ignoramos qué ocuparía hoy sus lienzos, sus objetos o grabados si le tocara 
atravesar ésta coyuntura social, pero sí sabemos que aún muriendo en con 
los albores de nuestra era del vacío, fue sensible a los estereotipos de la 
posmodernidad y no ancló en ver y denunciar sólo la sociedad de la pobreza, 
sino también supo pintar características de la sociedad de hoy.
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"Juanito Laguna remontando un barrilete". Antonio Berni. 1973. Oleo, latas, telas, plástico, madera, cuerda y papel sobre madera. 192 cm x 109 cm. Colección particular, Buenos Aires. | 
Todo se ha escrito y se escribirá en el centenario de su natalicio y esta 
es una más de las muestras que recorren una vida que atraviesa la historia 
de los argentinos. Si Giúdice, Sívori o De la Cárcoba tejieron la tríada 
del realismo social naturalista del siglo XIX, Antonio Berni -liberado de 
la tiranía de la abstracción que sacudió su siglo- fue el cronista de la 
realidad nacional del siglo XX. El cruce con sus pares en esta inteligente 
muestra del MALBA nos permite una profunda reflexión no solamente sobre un 
artista impar, sino sobre cualquier realidad social.
La lúcida muestra del MALBA curada por la historiadora Lauría, merece sólo 
una objeción, el correlato ausente: aquel de Antonio Berni con Caloi, ya 
que solo ellos dos dibujaron, cada cual con su instrumento, a través de 
personajes la pintura social de la argentina del siglo XX. Juanito, Ramona, 
los monstruos, los obispos, los manifestantes, los chacareros, los 
desocupados, las madres, los poderosos y los desposeídos, dialogando con 
Mafalda y sus amigos.
Sólo una pincelada de género para el renglón final: En 
"Sin pan y sin trabajo" De la Cárcoba pinta la desesperación de una mujer con el pecho 
seco a quien ya no puede amamantar. Mira al hombre, el único capaz de 
arrancarla de su dramática situación. En "Desocupados", junto a los 
durmientes (el único personajes despierto a la realidad que atraviesa es un 
autorretrato del propio pintor), entre los que esperan sin esperanza, hay 
también despierta una mujer con su niño en brazos. No aguarda a que su 
hombre ponga el pan sobre la mesa. Guiño de Berni hacia la historia de la 
mujer, sumada a las filas laborales de los años treinta y desocupada, 
también.
